Nutrición y Parkinson

Importancia de la nutrición en la enfermedad de Parkinson:

La pérdida de autonomía, la polimedicación y alteraciones en las actividades de vida cotidiana, provocan que la alimentación se encuentre especialmente comprometida en las enfermedades neurodegenerativas. La evidencia actual sugiere que el estado deficiente de vitaminas puede estar implicado en un empeoramiento de la enfermedad. Por eso, en este blog, te explicamos la importancia de los distintos grupos vitamínicos para mejorar la enfermedad de Parkinson.

Introducción:

La alimentación, en estos pacientes, se ve comprometida casi desde el inicio de la enfermedad, en un principio debido a los temblores, y posteriormente asociado a síntomas no motores, como los problemas de deglución (disfagia) y las alteraciones sensoriales que se generan. La pérdida de autonomía e imposibilidad de realizar actividades de la vida cotidiana, como comer, llevan a estos pacientes a graves estados de desnutrición y déficits nutricionales, poniendo en riesgo su salud y empeorando la enfermedad.

Asimismo, algunos medicamentos utilizados actualmente para el tratamiento de la enfermedad de Parkinson presentan efectos adversos que pueden estar implicados con la disminución de la ingesta. El tratamiento farmacológico de primera línea que se pauta actualmente en pacientes con Parkinson es la Levodopa, precursor de la dopamina. Suele ser el tratamiento de elección para las primeras etapas de la enfermedad, pero con el paso del tiempo su efectividad se reduce, y comienzan a aparecer manifestaciones que dificultan aún más la ingesta del paciente (náuseas, dolor abdominal, enlentecimiento gástrico, alteraciones del gusto, sequedad bucal…).

En el cuidado de los pacientes con Parkinson será importante monitorizar el estado nutricional a partir de la sintomatología de cada paciente, y tener en cuenta las posibles deficiencias que pueden presentar.

VITAMINAS

La importancia de las vitaminas está directamente relacionada con la salud, puesto que se ha demostrado la aparición de distintas enfermedades a partir de la carencia de ciertas vitaminas. Además, cada vez se habla más del uso terapéutico de las vitaminas en estados de enfermedad, ya que se han encontrado diferentes funciones que pueden mejorar diferentes cuadros patológicos (sintomatología, longevidad, bioquímica, acción de fármacos…)

A pesar de que el Parkinson sea una enfermedad irreversible, la evidencia actual ha demostrado que distintas funciones de las vitaminas pueden ser beneficiosas con respecto a la mejora sintomatológica y enlentecimiento de la progresión de la enfermedad.

1. Vitamina C y E: ANTIOXIDANTES

Todos los alimentos antioxidantes son muy recomendables para mejorar la salud. Algunos alimentos con propiedades antioxidantes son: los frutos rojos, pimiento, tomates, frutos secos… Esta propiedad es adquirida gracias a micronutrientes como las vitaminas C, E y el selenio.

Uno de los factores implicados en el Parkinson es el daño oxidativo inducido por radicales libres. Los radicales libres son moléculas tóxicas producidas por prácticamente todas las células del cuerpo, por lo general en respuesta a estrés, proceso inflamatorio o lesión. Los antioxidantes son compuestos químicos que interactúan con estos radicales y tienen la capacidad de neutralizarlos, impidiendo que

causen daño, y por lo tanto pueden ayudar a ralentizar el desarrollo de la enfermedad. En concreto, las vitaminas C y E son antioxidantes que combaten contra los radicales libres, y pueden proteger a las células cerebrales.

Es probable que estos antioxidantes sean más beneficiosos cuando se toman juntos que de manera individual. Elevadas dosis en su suplementación podrían causar daños a nivel gastrointestinal, por lo que las dosis recomendadas de vitamina C varían entre 500 a 2.000 miligramos, y para la vitamina E, la dosis diaria recomendada es de 400 a 800 UI (Unidades internacionales).

Por otro lado, se ha estudiado una posible implicación de la vitamina E, sobre el incremento de la síntesis dopaminérgica. La suplementación con vitamina E tiene efectos protectores en las neuronas dopaminérgicas, reduce la pérdida de dopamina y protege frente a la toxicidad.

2. Vitamina A

Se aconseja el consumo adecuado de Vitamina A, e incluso incluir suplementos de esta vitamina en pacientes con Parkinson, ya que se ha demostrado su efecto inhibidor de la formación de fibrillas de alfa-sinucleína. La alfa-sinucleína es una proteína que afecta a los plexos mientérico y submucoso implicada en la inflamación y estrés oxidativo. Según la evidencia, está involucrada en la progresión patológica de la enfermedad de Parkinson, por lo que un correcto aporte de esta vitamina puede ser beneficioso para ralentizar el progreso de la enfermedad.

La vitamina A se encuentra principalmente en alimentos de origen animal como carne de res, aves, lácteos o pescado. Aunque también podemos encontrarla en vegetales como la zanahoria, brócoli o patata, y frutas como el melón, papaya o mango.

3. Vitamina D

La Vitamina D se encuentra implicada en el mantenimiento de la función cerebral, ya que interviene en la neurotransmisión, la neurogénesis, la sinaptogénesis, el aclaramiento de amiloide, la prevención de la muerte neuronal y en la plasticidad sináptica. Por lo que el vínculo entre la neurotransmisión dopaminérgica y la vitamina D es innegable. En esta línea, se evidencia un rendimiento cognitivo más saludable a mayor concentración de vitamina D. Además, su déficit se asocia a enfermedades neurodegenerativas como Parkinson o Alzheimer, por la presencia de la alfa-sinucleína.

Suministrar suplementos de vitamina D disminuye tanto el riesgo de desarrollar Parkinson, como mejora la sintomatología y progresión en lo que ya la padecen.

Por otro lado, debido a sus funciones sobre la regulación del metabolismo del Calcio y fisiología ósea, la suplementación con vitamina D en el adulto mayor ha evidenciado mejoras sobre la prevención de caídas y fracturas. Asimismo, es conveniente que las necesidades de calcio en la dieta se encuentren cubiertas, así como la realización de ejercicio físico para mejorar la calidad ósea y prevenir osteoporosis.

Las personas mayores de 50 años deberían consumir diariamente 1500 mg de calcio y 800 UI de vitamina D. El tofu, la leche y los productos lácteos son las fuentes dietéticas más ricas en calcio. Para obtener vitamina D en su forma activa es necesaria una buena exposición solar (15-30 min al día) y consumiendo alimentos ricos en vitamina D (pescados pequeños, lácteos, setas, legumbres…).

4. Vitaminas del grupo B

La principal finalidad del grupo de vitamina B (B6, B12 y B9) es descomponer la homocisteína, aminoácido cuyos niveles elevados se relacionan con daños a nivel cardiovascular. Una mayor ingesta de vitaminas del grupo B se asocia con un menor riesgo de desarrollar la enfermedad de Parkinson.

La levodopa es el tratamiento que se utiliza actualmente para la mejora de síntomas en la enfermedad de Parkinson. Sin embargo, se han encontrado efectos adversos ligados a este fármaco, entre los que se encuentra un aumento en los niveles de homocisteína y una disminución de la vitamina B12 y ácido fólico. Estas alteraciones, en principio, pueden solucionarse fácilmente a partir de una correcta alimentación, estilo de vida saludable y, si es necesario, con la suplementación, siempre supervisada por un profesional de la salud. La suplementación de Vitamina B12 y B9 ha sido ampliamente estudiada y ha demostrado un retraso en la progresión de la enfermedad.

La otra cara de la moneda

Por otro lado, se ha demostrado que ciertos nutrientes habituales pueden alterar el tratamiento farmacológico del Parkinson por disminución de la absorción o aumento de la eliminación de la levodopa, como las proteínas, o la vitamina B6.

Según la Asociación Española de Pediatría, no se debe usar de manera simultánea la levodopa con piridoxina (vitamina B6), ya que esta bloquea los efectos antiparkinsonianos del fármaco acelerando su descomposición y eliminación, reduciendo su eficacia.

Sin embargo, para enfermos con Parkinson, actualmente se aplica una combinación de levodopa con carbidopa o benserazida, que evitan esta interacción, por lo que se ha visto que la piridoxina en cantidades razonables no es un problema. Por lo tanto, en caso de necesitar tomar suplementos de esta vitamina, se recomienda evitar dosis muy elevadas, y tomarlos como mínimo con dos horas de margen al tratamiento farmacológico.

Proteínas

Se debe vigilar su aporte, ya que dietas muy altas en este macronutriente, puede interferir en la absorción de la levodopa. Este fármaco compite con aminoácidos de cadena larga a nivel gastrointestinal. Es recomendable, por tanto, asegurar un aporte mínimo en proteínas de alto valor biológico (0.8 – 1.2 gr/kg), e intentando que pasen 2-3 horas de margen con la toma del medicamento. Una estrategia es realizarse una redistribución horaria de la ingesta de proteínas, restringiéndola durante el día y cubriendo las raciones recomendadas en la cena.

Conclusión:

Existe evidencia de la actividad terapéutica y mejora que ejercen determinadas vitaminas sobre la enfermedad del Parkinson, y la salud en general. La dosis y tipo de vitamina a usar en cada caso debe ser determinada por un profesional experto en suplementación nutricional

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